El 'corredor de Suwalki', la franja de la que depende la seguridad de Europa.




En diciembre de 2015, el Teniente General Ben Hodges, comandante de las fuerzas estadounidenses en Europa, gesticulaba excitado desde un helicóptero Black Hawk ante un periodista de la cadena NBC mientras sobrevolaban el sur de Lituania. “Tienes a miles de soldados rusos en maniobras a ambos lados de la Franja de Suwalki, y ahora todo el mundo está sobre el terreno. Tienen equipación, así que hay un potencial para que pasen de unas maniobras a una operación. Eso es lo que nos preocupa”, aseguró entonces.

La Franja de Suwalki a la que hacía referencia el militar es un corredor plano de apenas 96 kilómetros en la frontera entre Lituania y Polonia, que trae de cabeza a los planificadores militares occidentales: a la izquierda queda Kaliningrado, el enclave ruso en el Mar Báltico, y a la derecha está Bielorrusia, aliada del Kremlin, al menos nominalmente. Si se llegase a producir un conflicto armado en la región, los estrategas dan por hecho que Rusia probablemente trataría de ocupar ese pasillo, impidiendo que los tres países bálticos -miembros de la Alianza Atlántica- reciban suministros. “Este hueco podría ser ocupado fácilmente. Rusia tiene fuerzas muy poderosas estacionadas en Kaliningrado y con tropas de Bielorrusia podría cerrarlo rápidamente”, declaró recientemente Alexy Muraviev, un experto en asuntos militares rusos de la Universidad de Curtin, a la publicación News.com.au.


Un refuerzo por mar tampoco sería fácil, dada la importante presencia naval rusa en el puerto de Baltisk, en la bahía de Gdansk, reforzada con el reciente despliegue de misiles Iskander-M en Kaliningrado. La conclusión es clara: si se cierra la Franja, Estonia, Letonia y Lituania quedarían casi abandonados a su suerte. Y la OTAN lo ha visto claro. El corredor de Suwalki toma su nombre de la localidad polaca de apenas 69.000 habitantes llamada así. A la región, Suwalszcyzna, la llaman “el Polo Norte de Polonia”, y Suwalki está considerada la población más fría del país. Es también la zona con menor densidad de población. En consecuencia, la naturaleza es exhuberante, casi virgen. En caso de un conflicto, las bajas temperaturas y la vegetación pueden complicar cualquier despliegue. Además, las líneas de abastecimiento rusas y de la OTAN se cruzan en la localidad lituana de Kalvarija, a 40 kilómetros al norte de Suwalki, por lo que, de producirse hostilidades serias, este sería uno de los primeros puntos calientes.

Un año y medio después de aquel vuelo en Black Hawk, las fuerzas rusas no han llevado a cabo ninguna operación bélica en la zona, pero tampoco se han ido lejos. Y lo mismo cabe decir de la OTAN: ambos bandos vienen realizando ejercicios constantes, despliegues y movimiento de tropas y armamento en la esquina noroccidental de Europa, hasta este mismo mes. Además de la Operación Enhanced Forward Presence, que ha reforzado la presencia de tropas la Alianza en los tres países Bálticos y Polonia -incluyendo a un contingente español en Lituania-, EEUU lideró a principios de agosto unas maniobras en las que participaron 25.000 soldados estadounidenses y aliados. Su objetivo era desplazar miles de soldados y cientos de vehículos militares por media Europa oriental, para probar la capacidad de reacción de estos ejércitos: dado que la presencia militar estadounidense en el continente es de unos 30.000 soldados, apenas un diez por ciento de la que tenía durante la Guerra Fría, Hodges ha preferido poner el foco en lo que denomina 'velocidad de reunión'.
Un convoy militar estadounidense se dirige a Suwalki, en junio de 2017


60 horas para controlar el Báltico

Casi a modo de respuesta, la semana pasada Rusia llevó a cabo ejercicios militares en Kaliningrado en los que participaron 2.000 soldados, más de 20 buques de guerra y un centenar de vehículos militares. Por ahora, la situación no parece a punto de escalar, pero la OTAN vigila de reojo los preparativos de las maniobras ZAPAD (“Occidente”), previstas para este septiembre en Bielorrusia, en las que creen que podrían tomar parte hasta 100.000 militares rusos.


En este contexto, los estrategas han optado por enfocarse en lo que llaman la 'fase cero', los días antes de que una crisis desemboque en un conflicto. En abril de este año, un millar de soldados estadounidenses fueron desplegados muy cerca de esta zona, que se suman a otros 3.000 en el resto de Polonia. Dos meses después, en junio, tropas de una veintena de nacionalidades de la Alianza Atlánica llevaron a cabo ensayos destinados específicamente a proteger la Franja de Suwalki como parte de la Operación Saber Strike 2017. “La Franja es vulnerable debido a la geografía. No es inevitable que vaya a haber un ataque, claro, pero… si se cerrase, tienes a tres aliados al norte que están potencialmente aislados del resto de la alianza”, comentó entonces Hodges, subrayando su importancia.

Según un documento de Global Security, "no sería necesario que las fuerzas rusas ocupasen de forma exhaustiva el área de la Franja de Suwalki. En lugar de eso, incluso una línea delgada y discontinua de tropas desplegadas a lo largo de la franja presentaría un obstáculo para los refuerzos terrestres de los países bálticos, a menos que las fuerzas de la OTAN estuviesen preparadas para abrirse paso y hacer escalar la crisis". La Alianza Atlántica, de hecho, trabaja contrarreloj para prevenir esta vulnerabilidad, especialmente desde que un informe de la corporación RAND, basándose en una serie de simulaciones de guerra, concluyese en 2016 que en caso de invasión a las tropas rusas apenas les llevaría 60 horas capturar Tallin y Riga, las capitales de Estonia y Letonia. A principios de julio, EEUU desplegó misiles Patriot en Lituania para unos ejercicios de defensa antiaérea, pero el Gobierno de Vilna presiona ahora para que el despliegue se convierta en permanente. Y Washington baraja también la posibilidad de hacerlo también en Estonia.


Algunos expertos han señalado también la posibilidad de que Moscú trate de fomentar las tensiones polaco-lituanas, así como de agitar a la minoría rusa. "Este territorio ha sido objeto de disputa entre Polonia y Lituania durante alrededor de un siglo. Hoy este área tiene una considerable minoría lituana", señala Agnia Grigas, analista del Centro Eurasia del Atlantic Council, que describe la hostilidad que muchos miembros de esta comunidad sienten hacia las autoridades de Varsovia. "Aunque el conflicto entre ambos países es altamente improbable, no deja de ser posible que las tensiones étnicas en Suwalki puedan ser usadas para azuzar el separatismo local, que se hagan llamamientos radicales para la incorporación de la región a Kaliningrado, o que la desconfianza histórica entre Polonia y Lituania pueda impactar en la cooperación o las percepciones de sus poblaciones -aunque menos probablemente de sus gobiernos y ejércitos, que están vinculados por acuerdos de la OTAN- en caso de un ataque ruso", afirma.

"Existen riesgos militares desde Rusia, pero aún más importante es la influencia rusa en el proceso social y político. Están dañando nuestra democracia, pero no de forma tan fuerte como para cambiarla totalmente, solo hacerla más ineficiente", señala Andis Kudors, director del Centro de Estudios sobre Política de Europa del Este, radicado en Riga, en una entrevista con El Confidencial. "La cuestión principal es que los estados bálticos están intentando volverse más europeos, pero por desgracia, debido a la influencia rusa, tenemos que pensar muy bien cómo responder, y no reaccionar de forma desproporcionada", dice. De momento, ambos bandos se observan mutua y cautelosamente, conscientes de que, en caso de que se produzca un enfrentamiento armado, la lucha en esta zona sería encarnizada. (Jesús.R.G.)

Fuente: https://www.elconfidencial.com/mundo/
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